Siempre se ha dicho que con los años se pierde la memoria ya que es algo genético el que en edades avanzadas el cerebro va perdiendo la facultad de recordar. Es por tanto algo común, aun cuando en ocasiones nos sorprenden las noticias de personas centenarias que recuerdan con toda clarividencia los acontecimientos que han vivido desde que tuvieron uso de razón.
Recientemente, David Torres, un periodista, nos informaba que la enfermedad de moda en España parece ser el Síndrome de Korsakoff, y que quienes la padecen no tienen necesariamente el problema de la edad, ya que también se manifiesta en personas jóvenes que recuerdan perfectamente sus estudios e incluso el día de su boda, pero son incapaces de recordar lo que han hecho en los últimos minutos.
Si esto es así, y estamos ante los síntomas de una enfermedad, se derrumbaría por la base esa creencia hasta ahora tan generalizada de que eran los años la causa de esas launas en nuestros cerebros.
No soy medico para poder profundizar en este delicado tema, pero se me ocurre pensar que pueden haber muchas personas, incluso en puestos de responsabilidad, que se encuentran sin saber a donde ir, porque van nadando a ciegas en el mar muerto de su memoria.
Solamente pretendo con este prologo, desterrar esta idea de que es la vejez de nuestros abuelos la que incide tan negativamente en la facultad de vivir y gozar con sus recuerdos.
Hace días, escribía Martín Ferrand una acertada y documentada reflexión sobre los abuelos de los Señores Zapatero y Rajoy, ya que sin duda alguna sus condicionamientos políticos, han elevado a la categoría de personajes de moda, a los ascendientes de ambos, y en un oportunismo que refleja una vez más su categoría periodística, nos traía a la memoria la celebre poesía de León Felipe, con la que introduce de manera totalmente afectiva, la memoria de esos abuelos a los que tanto solemos querer y que por si alguien no lo conoce o recuerda, me permito transcribir y que dice así:
¿Qué voy a contar si no tengo una patria, ni una tierra provinciana, ni una casa solariega y blasonada, ni un abuelo que ganara una batalla, ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
Y tan de actualidad es el paralelismo, que todo tipo de publicaciones están encontrando en ese filón de sus abuelos, que Alonso Ríos nos llega a decir entre irónico y socarrón que cuando Zapatero y Rajoy se reunieron fue para hablar de sus abuelos, ya que amos tenían en común el que fueran republicanos.
Del primero de ellos, sabemos que era capitán del ejercito y que fue fusilado por los militares que se alzaron con Franco, y del segundo, que fue represaliado con perdida de cátedra y decanato por sus ideas republicanas y mas concretamente por haber colaborado en la redacción del Estatuto Gallego de 1936.
A mí, el recuerdo de los abuelos me proporciona una seguridad y paz interior que me retornan a mis años de niñez, y consecuentemente, a mi memoria acuden los felices años que viví con aquel entrañable abuelo a quien tanto quise. Había nacido en
Bailaba maravillosamente las jotas, parrandas y malagueñas, tan habituales en el campo en aquellos años y que pese al tiempo transcurrido, hoy mantienen su vivencia en esas cuadrillas que vemos actuar el día de nuestra Patrona en la ofrenda floral del Viernes de Dolores.
A mayor abundamiento de ese dominio que tenía del baile, sus compañeros lo elogiaban diciéndole que era muy “curro” bailando.
Y con “curro” se quedo, y paso a llamarse Bartolomé el Curro. Apodo que me llego a mí a través de mi madre como herencia familiar con la que me honro.
Y como la vida continua, Dios ha querido que yo, con 78 años sea también abuelo.
Se ha especulado mucho sobre la intensidad del amor de los abuelos hacia los nietos habiendo quienes opinan que supera al de los hijos. Lo voy a considerar como una anécdota, ya que quiero dejar abierto ese interrogante. Lo que si puedo asegurar, es que yo amo profundamente a mis nietos.
Ello me indujo a escribir una poesía, con la que quiero, como tengo por costumbre, terminar mis escritos y que me permito dedicar a todos los abuelos que en el mundo son, y que dice así:
Son Gabrielico y Victoria
dos nietecicos que tengo
y que han llenado mi vida
de profundos sentimientos.
Si amar es gozo sublime
si el querer es siempre bueno,
yo me siento bendecido
por lo claro que lo entiendo.
Porque no es impulso loco
que enerva mi pensamiento,
es dulzura, paz, sonrisas
y estar más cerca del cielo.
Y aun cuando fuese pecado
si nubla el entendimiento,
yo pecare mientras viva
y me moriré queriendo.
Y allá donde al fin yo me encuentre
en el infierno o en el cielo,
gritare fuerte, muy fuerte,
¡Dios mío, cuanto los quiero!
Miguel Sánchez
Enero 2007