Pretendo hoy cerrar, con esta reflexión sobre El Papel, esa parte de la historia de las personas que con sus inventos marcaron el camino que habrían de andar generaciones venideras. Un camino en que el progreso y expansión de las artes se transforma en un proceso contínuo e inacabable, con el apoyo de la investigación, de los que dedican su vida a la búsqueda del saber. En contraposición a la manida frase de que la historia se repite, Voltaire sostenía que la historia nunca se repite, que quien se repite es el hombre. Tal vez por eso yo hoy también busque un poco de ese saber. Svend Dahl ( 1887-1963) autor de la obra Historia del Libro (Alianza, 1982) afirma: “ los libros son a la vez objetos materiales, vehículos de transmisión cultural y soportes para la expresión artística”. En esta obra narra la evolución de in período de más de 5000 años, prestando atención a los procedimientos de reproducción , desde las copias a mano, hasta la invención de la imprenta, los materiales escriptóreos, el papiro, la arcilla, la seda y el papel que usamos en la actualidad. En su página 12 y en el capítulo titulado“El rollo de papiro”se extiende ampliamente sobre esa planta, que nace en las aguas pantanosas del delta del Nilo. Los egipcios la empleaban para varios usos, pero lo que nos interesa aquí es el que se le daba al tallo. Éste es triangular y puede crecer varios metros. Se cortaba la médula en finas tiras que se unían entre si. Por medio de golpes y el humedecimiento con agua del río se obtenía una materia compacta que, tras ser combinada en forma de hojas, se encolaba para evitar que se emborronase la escritura. Después se las secaba al sol y se las pulía para lograr una superficie tersa. Lo expuesto es un corto resumen sobre la importancia del papiro, ya que en el Tercer Milenio a.C. la fabricación del papiro se encontraba en plena actividad. El libro egipcio tuvo siempre la forma de rollo. Para leerlo era preciso desenrollarlo, de modo que fuera descubriéndose sucesivamente la escritura. Un famoso papiro que se encuentra en la Universidad de Leipzig mide unos veinte metros de largo y contiene 110 páginas. La supervivencia del papiro hasta nuestros días se debe a las cualidades propias del material ya que, según indicaciones de los autores clásicos, cuando un rollo había alcanzado una edad de doscientos años era considerado como una venerable reliquia, por lo frágil y efímero del material. Sus principales enemigos eran los insectos y la humedad, que se combatían con su inmersión en aceite de cedro y su confección era puramente artesanal. La supervivencia del papiro hasta nuestros días en cantidades grandes no se debe a las cualidades propias del materia, ya que por parte de los autores clásicos abundan las quejas sobre su fragilidad. Es naturalmente imposible determinar los rollos de papiro perdidos pese al exquisito tratamiento que se les daba, por lo que se deduce que la razón era el efecto destructivo del clima. En el mismo Egipto pocos hallazgos se han realizado en el húmedo delta del Nilo, ya que la mayor parte proceden de las arenas del Egipto Medio y Alto. En especial los enterramientos egipcios han sido privilegiados depósitos para ese frágil material, gracias a la generalizada costumbre religiosa de proveer a los difuntos de diversos textos sagrados, despositándolos en las tumbas como protección durante su peregrinaje al más allá. Entre ellos destaca El libro de lo Muertos, conocido desde el año 1800 a.C. y que fue adquiriendo con el tiempo un contenido puramente convencional, pues parece haber sido producido en serie por los sacerdotes, dejando un espacio en blanco para ser rellenado con el nombre del difunto. Sería esta una industria en cierto modo semejante a la que en tiempos muy posteriores se desarrollaría con las indulgencias de la Iglesia Católica. Al tiempo que en el valle del Nilo el papiro se convertía en el material escriptóreo principal otra cultura de tan alto nivel como la egipcia se desarrollaba en China. Ya en el tercer milenio a.C. contaba con producciones literarias y con el arte de la escritura. Los materiales empleados como soporte fueron el hueso, la concha de tortuga y posteriormente las tablillas de madera. Se comenzaba a escribir en el ángulo superior derecho y se seguía verticalmente, sucediéndose las columnas de derecha a izquierda, lo mismo que ocurre en los actuales libros chinos. Pero la eclosión de este proceso cultural que fue la escritura se produjo precisamente en China, cuando en el año 105 d.C. Tsai Lun inventó el papel, que con sucesivos perfeccionamientos hoy seguimos usando. Este hecho además de por el citado Svend Dahl fue asimismo reconocido por Michael Pollard en su obra Johann Gutenberg.Historia del nacimiento y evolución de la imprenta. Volviendo a China, como se ha dicho ya en el tercer milenio a.C. contaba con la escritura, aún cuando no se puede hablar propiamente de libros. Se sabe de la existencia de cronistas imperiales desde el segundo milenio y es probable que el gran filósofo Laotsé fuese archivero de la corte imperial. Fueron las tablillas de madera las que se convirtieron en el soporte más adecuado para los manuscritos. Pero apenas se han conservado algunos ejemplares. La principal razón para ello fue la gran cremación de todos los libros existentes ordenada en el año 213 a.C. por el emperador Ts´in Shihuangti como castigo a los autores que se habían atrevido a criticar su política. Pero esta masiva destrucción tuvo como consecuencia una inmensa actividad literaria. Se luchó recogiendo y publicando de nuevo cuanto pudo salvarse de la literatura clásica desde el tiempo de Confucio. Se utilizó la tinta china, realizada mezclando hollín de pino y cola. Y no bastó ya la madera sino que se pasó a emplear la seda, sobre la que se escribió bien con pluma de caña de bambú o con pincel de pelo de camello. La seda poseía muchas de las cualidades del papiro de los egipcios por la flexibilidad y tersura de su superficie, pero también el inconveniente de su alto precio. Para intentar superar este problema se experimentó con productos alternativos, como las hilachas de la propia seda maceradas hasta transformarlas en una ligera pasta que al secar daba una especie de papel fino. Pero aún así resultaba demasiado caro. Siguieron probándose otros materiales hasta que por fin en el año 105 d.C.-como se ha dicho anteriormente, pero ampliando el dato al relacionar el material usado para tal fin- el chino Tsai Lun inventó el papel, empleando cortezas vegetales, especialmente fibra de morera, y también restos de tejidos de algodón, viejas redes de pesca y otras materias primas similares. Su invento recibió inmediata aprobación general y no hay duda de que en los siglos siguientes se escribieron numerosos manuscritos sobre papel, pero ninguno se ha conservado. Sven Hedin descubrió en una pequeña ciudad del oasis de Lop-nor, en el desierto de Tibet, unos papeles que quizá sean los más antiguos que existen, pues se supone que datan de los siglos II-III de nuestra era. También en el templo de Tun Huang en Turquestán se descubrió gran cantidad de manuscritos en papel, que al igual que los textos en papiro tienen forma de rollo, parte de los cuales se conservan en el Museo Británico de Londres y en la Biblioteca Nacional de Paris. Durante casi setecientos años los chinos mantuvieron en secreto la fabricación del papel, pero cuando los fabricantes chinos cayeron prisioneros de los árabes a mediados del siglo VIII fue revelado el secreto y comenzó la peregrinación del papel a través del imperio islámico, hasta que hacia el año 1100 llegó a Europa y se introdujo también en España. Entre los primeros centros hispanos de producción de papel hay que citar a Toledo, destacado núcleo de saber, pero el más antiguo conocido estuvo en Játiva. Hubo otro taller de papel en Gerona y de allí se propagó a Perpiñán, Montpellier y Troyes. La gran producción pasó de España a Italia, convirtiéndose la localidad de Fabriano en un gran centro papelero. Todos estos vaivenes geográficos dejaron su impronta en el proceso de elaboración, produciéndose múltiples transformaciones. Así se sustituyó la seda por fibras de cáñamo, algodón o lino; se cambiaron las ruedas de los molinos por paletas, que elaboraban una pasta más uniforme y las colas vegetales dieron paso a las animales, perfeccionándose el satinado. He introducido con anterioridad la figura de Gutenberg, porque sin el papel no hubiera tenido razón de ser la invención de la imprenta que se le atribuye, aún cuando no hay un criterio claro ni unánime en los historiadores que he consultado. Si yo hablara hoy del libro y su impresión en papel me saldría de esta reflexión , porque el personaje central de este escrito es Tsai Lun. Pero voy a hacerlo brevemente. En el siglo XI, en plena Edad Media, el alquimista chino Bi Sheng usó por primera vez tipos móviles y cubos de madera, en cuyos extremos habían sido talladas las letras, añadiendo un pegamento que le permitía retirar las primeras y luego volver a utilizarlas. Pero el gran número de signos que componen el alfabeto chino impidió la divulgación y el desarrollo del invento de Sheng. Fue por tanto su precursor. Los holandeses tributan ese honor a Lauren Janszoom Coster y por eso instalaron una inscripción en una casa de Haarlem que afirma que allí fue inventada la imprenta en 1440, aún cuando no existen pruebas definitivas para asegurarlo. Es posible que Coster imprimiera con tipos móviles antes que Gutenberg, pero éste hizo posible el uso generalizado del invento al desarrollar el método de fundición de los tipos. En este maremagnum para atribuirse la autoría surgen los nombres de Johan Fust y el orfebre Prokop Valdfoghel , alegando que usaron tipos móviles en el año 1444 y por último algunos historiadores italianos adjudican el invento al milanés Pamfilo Castaldi. Al dia de hoy, no obstante las numerosas hipótesis, los investigadores sostienen que el inventor fue Gutenberg. ¿ En qué consistió su hallazgo ? Lo que descubrió no fue el arte de imprimir, actividad que ya se había desarrollado miles de años antes como se ha ido exponiendo a lo largo de este artículo. Lo que el alemán consiguió fue un sistema para componer rápidamente el texto a imprimir, que además podía ser utilizado reiteradamente para multiplicar las copias. Seguir escribiendo sobre este interesante tema, que no es el motivo de esta reflexión, me llevaría horas y “el uso de mucho papel ”, por lo que he de cortar aquí, ya que he prometido ser breve y queda muchísimo por decir sobre la autoría y valoración de este invento, con el que se amplió el mundo cultural. No quisiera, sin embargo, cerrar esta reflexión sobre la historia del papel sin vincularlo a la forma más sensible, íntima y familiar de su empleo cuando recurrimos a él para hacer llegar, a quienes queremos y recordamos en la distancia, nuestro cariño, apoyo e incluso el consuelo que precisa en sus horas bajas. Me refiero a las cartas, esos mensajes de amor y solidaridad, metafórico cordón umbilical que unía especialmente a madres e hijos cuando éstos pasaban el a menudo traumático abandono de sus aldeas para ingresar en esos fríos cuarteles donde cumplían con el desaparecido y entonces obligatorio Servicio Militar. Siempre he admirado a esas madres que con sus cartas y paquetes de “cosicas buenas de la tierra” mantenían encendido el calor del hogar en la distancia. Y cómo no recordar a esas novias, que prácticamente parecía que ingresaban en un convento casi sin salir con las amigas, dando testimonio de su fidelidad al amado ausente, esperando ilusionadas esos permisos que siempre eran cortos pero que traían a sus vidas sus siempre soñados encuentros. Y de nuevo el recurso y el consuelo de las cartas: Mi carta que es feliz pues va a buscaros, cuenta os dará de la memoria mía...escribía Campoamor en su célebre poema El Tren Expreso. Porque no sólo en prosa se expresa el ingenio humano, sino también en románticas y espirituales rimas que encontraron en el papel el fiel aliado para su expansión. Vienen a mi memoria algunas de ellas tan conocidas que sólo pretendo citar unas cortas estrofas: No me mueve mi Dios para quererte , el cielo que me tienes prometido….atribuida a San Juan de la Cruz , aún cuando parece ser anónima. O esa delicia de Santa Teresa de Jesús que decía…Y tan alta vida espero que muero porque no muero , en la que con su sensibilidad y dominio de la palabra daba a la misma una doble definición. Podría seguir recordando las sátiras de Quevedo o la sinceridad y nobleza de sentimientos de Espronceda, pero metido ya en el carril de lo religioso quiero terminar hablando de Amado Nervo, un poeta mexicano nacido en 1870 y que fallecido a los 49 años. Fue un espíritu melancólico, casi místico, dando en su obra la tristeza y suavidad con que cantaba al amor, tema constante de su poesía destacando La Amada Inmóvil, inspirada en la muerte de su esposa a la que amó profundamente. Pienso yo que fue un hombre que supo hacer poesía de la fatalidad y buscó en sus versos el consuelo de sus maltratados sentimientos, asumiendo en los mismos la razón de su vida. Quiso compartir su dolor y escribió palabras tan patéticamente hermosas que yo, siguiendo esta misma línea de pensamiento, quiero que sean las que cierren esta reflexión: Señor yo te ofrezco mi dolor, es todo cuanto puedo ya ofrecerte. Tu me diste un amor , un gran amor, un único amor. Me lo arrebató la muerte y no me queda más que mi dolor. Acéptalo Señor ¡es todo cuanto puedo ya ofrecerte! Miguel Sánchez Díaz
AUTOR: Miguel Sánchez Díaz
La invención del papel