Ante unas perspectivas tan negativas para el futuro de los habitantes de Águilas, un hecho acaecido en 1955 vino a abrir una nueva etapa de esperanza de desarrollo y prosperidad que cambió por completo el obscuro panorama que se cernía sobre la economía local.
En ese año, el agricultor alicantino Sr. Berasaluce, interesado en cultivar tomates en pleno invierno de manera que se complementara con las temporadas de Valencia o Almería y Canarias, realizó una pequeña plantación en la finca Las Molinetas, la primera que aquí se hizo. Los resultados fueron esperanzadores, y en poco tiempo otras empresas alicantinas y valencianas decidieron seguir sus pasos y realizaron nuevas plantaciones, algunas de ellas sencillamente espectaculares, a lo que se unieron avispados empresarios locales.
Nace así la industria del cultivo, manipulado y exportación del tomate que, desde entonces, ha supuesto, y supone, uno de los motores más importantes que mueven la economía local. Empresarios venidos de fuera como López Agut, Pascual Hermanos, Miguel Clari, Cultosa, Enrique García España, Montasell, Ojeda–Sánchez Ruano, o Etasa, a los que se unieron los locales Muñoz Calero, Miguel García, Francisco López, Alfonso García Zapata, Cecilio Pelegrín, Francisco López García, Hermanos Ros, por citar a algunos, junto con numerosos aparceros y pequeños empresarios agrícolas, constituyeron un tejido comercial en torno al cultivo y exportación del tomate, que creó miles de puestos de trabajo directos, que a su vez, tuvo repercusión en otro tipo de actividades como la construcción de invernaderos, de almacenes, de maquinaria, de viviendas; sector automovilismo, talleres, comercio, transporte, etc.
Todo ello tuvo la consecuencia del incremento de población que se produjo por la llegada de personas de otros lugares atraídas por esa oferta de trabajo. En pocos años, Águilas pasó de ser un pueblo de emigrantes, a serlo de inmigrantes. El número de habitantes que en las últimas décadas tenía una clara tendencia a disminuir, creció rápidamente pasando de los 15.225 del año 1960, a los 20.595 de 1980 (un 35% más), y continuó aumentando conforme iban creciendo las plantaciones e incorporándose nuevos cultivos, tendencia que se ha venido manteniendo hasta nuestros días, en los que la población se sitúa por encima de los 35.000 habitantes.
Esta amplitud de oferta de trabajo produjo también un cambio en el estilo de vida habitual, ya que el colectivo femenino, dedicado mayoritariamente en esa época a tareas domésticas, encontró una salida a sus inquietudes laborales, y fue masiva su incorporación a puestos de trabajos en el campo, y, sobre todo, en almacenes de manipulado, consiguiendo con ello una importante aportación económica a la precaria economía familiar. Al mismo tiempo, se produjo un giro en la orientación formativa de los jóvenes que vieron en la agricultura una interesante opción profesional.
Es cierto que, en esos últimos años, sectores como el turismo y la construcción, empezaron a despertar, pero fue, una vez más, la agricultura, en este caso el cultivo del tomate, lo que primero arrancó y de forma más contundente, sacando así a la economía aguileña de una nueva crisis, estableciéndose de forma definitiva y marcando un resurgir de la agricultura aguileña que lleva desde entonces más de 60 años siendo el primer factor influyente en el desarrollo de Águilas. Quizás el ciclo más largo de prosperidad y desarrollo ininterrumpido de toda nuestra historia, y que apunta a que continuará siendo así en los próximos tiempos.
El tomate fue cultivo casi exclusivo durante muchos años, entre otras cosas, porque había poca agua y además mala para otros productos que necesitan de mejores tierras y aguas más dulces, al contrario que ésta solanácea que admite, e incluso agradece, tierras pedregosas y aguas duras.
La bondad de nuestro clima que hacía preconizar la posibilidad de otros cultivos durante el invierno, y el espíritu emprendedor de algunas de las empresas y particulares, animaron la investigación y desarrollo de nuevos productos, algunos de los cuales eran desconocidos en la zona. Se prepararon las tierras adecuadamente, se realizaron nuevas prospecciones de agua, y hasta se llegó a construir por parte de una empresa privada un mini trasvase de más de 40 km para atraer agua desde unos pozos situados cerca de Lorca, con las dificultades técnicas y económicas que ello conllevaba.
Todas esas medidas permitieron ampliar las plantaciones, y realizar ensayos de productos novedosos que, en algunos casos, se convirtieron en innovaciones de gran repercusión pues modificaron el hábito alimentario de millones de personas, factor que suele pasar desapercibido, pero que debe ser dado a conocer, pues evidencia cómo la agricultura aguileña, no sólo tuvo y tiene influencia a nivel local, sino que también la ha tenido en la forma de alimentarse de gran parte de los consumidores europeos al aportar determinados productos en épocas no usuales hasta entonces, y ofertar artículos desconocidos por el consumidor medio, hasta que en Águilas se cultivaron y desde aquí se empezaron a enviar a los mercados.
Por ejemplo: con anterioridad a que se iniciara su cultivo en Águilas, el tomate ya se venía cultivando en Alicante, Valencia, Almería, y Canarias, pero preferentemente desde primavera hasta otoño, quedando pobremente abastecidos los mercados en invierno. Los cultivos en Águilas cubrieron ese espacio, y lo hicieron con un producto de calidad y reconocido sabor, tanto en los de tipo “canario” (Moneymaker, era la variedad), como los de tipo asurcado (Muchamiel, principalmente). Tal era el reconocimiento al buen sabor de los tomates aguileños, que en la década los 70, una prestigiosa cadena inglesa de supermercados quiso establecer un parámetro que definiera el sabor del tomate asurcado que recibía de otras procedencias, tomó como referencia el del “Muchamiel de la Marina de Cope”, pues consideraban que era el mejor.
Otras zonas limítrofes vieron también en el tomate de invierno una línea de futuro, y poco a poco, su cultivo fue extendiéndose. En 2021, se cultivaron 3.260 Has en la Región de Murcia, de la cuales 946 fueron en Águilas, pero no olvidemos que fue en Águilas donde se inició el cultivo, y que corresponde a los aguileños (con igual mérito para los nacidos aquí, como para los que venidos de fuera que aquí se establecieron) el haber sido los pioneros en desarrollar esta importante actividad comercial.
Ésta, la del tomate de invierno, fue la primera aportación que hizo la agricultura aguileña a la innovación del sector agrícola con repercusión en los mercados europeos.
AUTOR: Vicente Sicilia Tárraga