Reflexiones sobre la escritura
En mi anterior escrito me permití exponer mi opinión sobre la verdad de la palabra, aplicando mi particular criterio en la valoración que le doy. Expresaba en él mi deseo de hacer lo mismo sobre la escritura, que considero es la imagen de la palabra trasladada al papel. Y los tres elementos en su conjunto son, sin duda, las ruedas sobre las que se asienta y circula el carro de la cultura. Pero me falta una rueda y es la que quiero que pongáis vosotros apoyando mi deseo. No es una ayuda física, como tampoco lo es el carro. Es tan sólo un metáfora que trata de haceros ver el enriquecimiento que supondrá para vuestras vidas el placer de escribir, trasladando a ese folio que os está esperando las vivencias, deseos, proyectos, ilusiones y esperanzas, que tal vez durante tanto tiempo lleváis retenidas en vuestros cerebros y que están deseando salir a la luz. Así podrán convertirse en poesías, conferencias, artículos, libros, actuaciones artísticas…todo aquello que tanto en su expresión individual como colectiva llamamos manifestaciones culturales. Esa es la rueda que os solicito para que ese hipotético carro no circule cojo. Y tras este preámbulo me pregunto y os pregunto ¿ Sabemos con exactitud a quienes se debe la invención de la escritura? He tratado de indagar en los libros sobre este tema, así como en el gran archivo actual de Internet , y he podido vislumbrar alguna luz sobre este abierto interrogante. Por supuesto no he pretendido descubrir nada ni llegar a conclusiones, sólo reflexionar sobre un acontecimiento que revolucionó los conocimientos de la Humanidad. La escritura que ha llegado hasta nosotros es el fruto de siglos de trabajo en la búsqueda de un mejor entendimiento entre los pueblos. Los criterios y valoraciones de los estudiosos son muy diferentes, pero me ha sorprendido por su originalidad el que exponen Emilio y Alfredo Relaño en su libro Historia Gráfica de la Escritura ( Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1949). Está ilustrado con las pinturas de las Cuevas de Altamira (Santander) llamada por Dechelette “Capilla Sixtina del Arte Cuaternario”, en la de Cogull ( Lérida), en la de La Pasiega y sobre piedras encontradas en Bouslan (Suecia). Refiriéndose a estas pinturas, entre otras cosas dicen: “ Su fuerza descriptiva de usos y costumbres y la estilización de sus figuras las aproximan más a la escritura, sin mengua de su alto valor pictórico. El arranque de la escritura no es otro que el dibujo. Al progresar la Humanidad en su desarrollo aumentó su sociabilidad y el primitivo arte pictórico perdió en realismo, vigor y espontaneidad cuanto ganó en medio de expresión. Combinando figuras se determinaron conceptos y así se hicieron relatos gráficos de los que tenemos ejemplos en la pintura mural de las cuevas y piedras que citamos” Y una vez conocido el primitivo arranque que los citados autores consideran el nacimiento de la escritura he tenido ocasión de acceder a otras muchas opiniones y he encontrado cierta unanimidad en especialistas del tema al indicar que fueron los sumerios los inventores de la escritura. Vivían en el sur de Mesopotamia durante el cuarto milenio antes de nuestra era y su documento escrito más antiguo se remonta al año 3100, cuando la revolución urbana avanzaba ya a grandes pasos. Poco después la escritura fue reinventada por los egipcios a 1500 kilómetros de allí. Es bastante probable que los egipcios tomaran de los sumerios la idea de la escritura, pues existen pruebas arqueológicas del contacto entre ambos pueblos, pero lo único que habrían tomado sería la idea no el sistema de escritura. En primer lugar, los símbolos de la escritura egipcia son distintos de los sumerios. Las imágenes usadas en las primeras etapas de ambos sistemas difieren entre sí, incluso cuando con ellas se pretende aludir a un mismo objeto. Los egipcios, inventores de la escritura jeroglífica, representaban la palabra “ boca” mediante un simple ovalo. En cambio los sumerios, cuya escritura dio origen a la cuneiforme, empezaron a representarla dibujando una boca en un rostro barbudo. Eran sistemas muy completos pero tan complicados que su interpretación, lograda por los europeos hace poco más de un siglo, costó ímprobos esfuerzos. Todavía en lenguaje corriente ante una cosa que nos cuesta mucho comprender solemos decir que es un jeroglífico. Al principio los signos fueron sólo dibujos de objetos y su finalidad era referirse a esos objetos o expresar una idea fácilmente sugerida para su contemplación. El dibujo del disco solar podía significar El Sol pero también El Día. Esta manera de escribir, rudimentaria y simple, es conocida como escritura pictográfica, o sea, escritura pintada. Posteriormente, los signos dejaron de ser representación del objeto dibujado, o de una idea que a él se vinculara, para expresar en cambio el sonido de la palabra correspondiente a ese objeto. El dibujo del disco solar pasó a representar el sonido de la sílaba del sol. En consecuencia para escribir la palabra “ soledad”,“ soldado”, etc. el disco solar ya no tenía valor como dibujo pictográfico sino como expresión de un sonido. Quedaba pues pendiente un gran progreso a realizar: reducir el número de signos a los estrictamente necesarios para representar los sonidos más simples que puede modular la garganta. Y esto fue obra de los fenicios, pueblo comerciante de Oriente que inventó el primer alfabeto, del que , a través de griegos y romanos, deriva el nuestro. No obstante lo expuesto, he leído recientemente que una de las primeras escrituras alfabéticas es un fragmento redactado en arameo. Para escribir, los egipcios usaban una pequeña cuña puntiaguda que mojaban en una especie de tinta preparada con agua, goma y sustancias vegetales colorantes. Utilizaban como papel los tallos de una caña, el papiro, que crecía abundantemente a orillas del Nilo, siendo precisamente de ese nombre de donde ha derivado la palabra papel , actualmente en uso. La escritura jeroglífica fue usada en Egipto durante más de 3000 años. Pero los conquistadores que sucesivamente dominaron esas regiones orientales trajeron otros sistemas de escritura e hicieron caer en desuso los viejos signos jeroglíficos. Esta situación se mantuvo hasta principios del siglo XIX en que los jeroglíficos fueron descifrados por Champollion. La otra gran adelantada en el tema que nos ocupa, o sea la escritura mesopotámica, es conocida con el nombre de cuneiforme, porque los signos que la componen tienen forma de cuña o clavo (cuneus). Estos signos en forma de cuña son muy diferentes de los jeroglíficos egipcios, los cuales representan normalmente animales y cosas. Los cuneiformes fueron también originalmente dibujos de animales y cosas, pero perdieron paulatinamente esa forma debido a que se escribían sobre pequeñas tabletas de arcilla blanda, que luego se endurecían por cocción. En ellas se grababan los signos con una especie de punzón de caña o hueso. Esta escritura se generalizó y fue empleada también por los pueblos de Siria, Palestina, Asia Menor y Persia. Pero no acaba aquí la historia de este gran invento. Hacia el año 2500 a.C. la escritura fue inventada por tercera vez, siendo sus nuevos inventores los elamitas, cuyo territorio se hallaba en una región actualmente ocupada por Irán. Esta escritura constituye un auténtico rompecabezas para los especialistas, que sólo han podido descifrar unos pocos fragmentos. En ese mismo período de tiempo, la escritura fue nuevamente reinventada por la civilización asentada en el valle del río Indo, en el actual Pakistán pero una vez más de forma diferente. Poco después del año 2000 a.C. se inventó la escritura por quinta vez, en el reino marítimo de Creta. Es casi seguro que los cretenses tomaron la idea de la escritura de otros pueblos, probablemente de los egipcios, con quienes mantenían relaciones comerciales. Empleaban dos sistemas diferentes, conocidos por los especialistas como Lineal A y Lineal B. En ambos casos eran sistemas cuyos caracteres estaban formados por líneas, no por imágenes. Hacia el año 1500 a.C, la nueva invención fue en Asia Menor. Se trataba de la escritura jeroglífica hitita, aunque las formas de sus caracteres no guardan parecido con los egipcios. Fueron escritos en “ bustrofedon”, es decir, en direcciones alternas, como un buey arando en un campo. Este sistema constaba de 419 símbolos, la mayoría de ellos pictográficos. Y por último, la escritura se inventó una vez más al este del valle del río Amarillo, en China. Es posible que esta nueva invención se iniciase a raíz de los contactos con las sociedades del Asia Occidental, que ya sabían escribir. Pero la gran distancia (más de 17.000 km. a través del Himalaya) entre estos dos centros de la civilización hacen la conexión poco probable y los especialistas chinos rechazan la idea. Los primitivos símbolos chinos son pictográficos y claramente autóctonos, como sucede también con los soportes de la escritura: bambú y seda. El chino, actual descendiente de este sistema, es la más antigua forma de escritura que cuenta con un historia ininterrumpida. A partir de estos inicios iban a surgir numerosos sistemas, más perfeccionados. El revolucionario paso hacia la escritura alfabética constituiría un salto decisivo en la expansión de la escritura. Los especialistas ven ahora que el desarrollo desde las más antiguas formas de escritura conocidas hasta las más modernas ha sido continuo. Pero los 5000 años transcurridos desde su nacimiento plantearon un arduo problema a los especialistas. Cuando en el siglo XVIII comenzaron a descifrar las inscripciones de las tumbas egipcias y de las tabletas mesopotámicas tuvieron que partir de cero. He de volver de nuevo a resaltar el gran paso que supuso para la expansión de la escritura el alfabeto fenicio. Se componía de 22 caracteres y era moderno en todos los aspectos, excepto en uno: tenía consonantes pero no vocales. La sencillez del mismo puso la escritura al alcance de todos, permitió a todas las clases sociales su conocimiento. El alfabeto permite escribir como se pronuncia, es decir que existe un símbolo para cada sonido que se emite y su difusión hizo que la escritura esté ahora presente en casi todos los idiomas del mundo. Pero sin restarle este mérito a todo lo expuesto, fueron los griegos los que en cierto modo colocaron la guinda en este pastel, pues adoptaron la escritura de los fenicios pero agregándole cinco letras, las vocales. Sin embargo los propios griegos atribuían la invención del alfabeto a los fenicios. Una prueba que considero definitiva de esta expansión mundial a la que me refiero se da en las lenguas mayas, que tras haber evolucionado durante veintiséis siglos se hablan aún en el sur de México y en América Central. Sin embargo, su forma de escribir ha sufrido un trágico y radical cambio, ya que los antiguos jeroglíficos han sido totalmente abandonados y en su lugar se ha adoptado el alfabeto latino. El nacimiento de la escritura constituye, por tanto, una hazaña tan revolucionaria como el dominio del fuego y el desarrollo de la agricultura, pues al igual que ellas transformó completamente la existencia humana. Gracias a ella unos seres humanos pudieron coordinar sus actividades con quienes vivían a gran distancia de ellos. Así como los chinos consideraban a la escritura como un medio sagrado de comunicación con los espíritus y con sus antepasados, Aristóteles la definió como símbolo de la palabra hablada y en el siglo XVIII el filósofo francés Voltaire afirmaba: “ La escritura es la pintura de la voz”. Son muchas las cosas que quedan por decir en esta corta reflexión y no quiero omitir el nombre de aquellos pueblos, más o menos avanzados, que en este recorrido por las páginas de la historia hicieron de la escritura un nexo de unión para entenderse y comunicarse, dejando la huella de su paso en este largo camino. Por eso habría que citar a etruscos, incas, persas y asirios. Y nada más sobre este tema. Pretendo no obstante completar con otra reflexión sobre el invento del papel esta trilogía que conforma, con la palabra y la escritura, la razón de ser de la cultura: los libros. Sin el invento del papel no habría sido posible el “ vehículo” que ha transportado por el mundo los conocimientos que forman la cultura. Sin él la Historia sólo habría sobrevivido en la mente y el recuerdo de quienes la hubiesen vivido. Así que hasta pronto. Miguel Sánchez
AUTOR: Miguel Sánchez Díaz