El Hornillo durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)

El inicio de la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar cuando la Guerra Civil española había llegado a su fin. En 1939, quedó constituido el régimen autoritario impuesto por Francisco Franco que contó con el beneplácito de las potencias del Eje y la repulsa de los Aliados. Varios historiadores se han preguntado cuales fueron las causas que influenciaron al General mantener la neutralidad de España en aquel conflicto mundial que habría de durar casi seis años. Es posible que la respuesta más plausible se centrase en la necesidad con que se enfrentó el Caudillo de consolidar su victoria en el periodo 1939-1945 en lugar de tomar parte en otro conflicto bélico cuando el país se encontraba totalmente exhausto.

Al principio del Alzamiento, las tres facciones que tomaron parte en la contienda (Ejército, Requeté y Falange) estaban divididas en cuanto al futuro inmediato de España una vez terminada la guerra. Mientras que existían jefes en el ejército claramente a favor de una monarquía borbónica, el Requeté apoyaba la tradición carlista y la Falange trataba de imponer un sistema nacionalsindicalista.

Franco seguramente entendió que el poder había de ser consolidado ante estas divergentes fuerzas políticas con objeto de mantener España unida. Además, el General, después de la Guerra Civil, acaudillaba una población políticamente dividida; una parte adicta sin fisuras al régimen y la otra influenciada por las presiones de los exilados comunistas, anarquistas y socialistas, situación que Franco estaba obligado a controlar por todos los medios para conseguir la estabilidad de la nación.

Esta complicada situación interna obligó al Caudillo a desoir las llamadas de adhesión al régimen nazi de Hitler y al movimiento fascista de Mussolini hechas por algunos generales y políticos de su entorno, particularmente por su cuñado Serrano Súñer. Cuando hacia 1944 Franco consiguió consolidar el poder en un sistema hoy conocido como nacional-catolicismo, Alemania e Italia ya estaban a punto de perder la guerra.

Como estratega militar de primer orden, desde el principio de la Segunda Guerra Mundial Francisco Franco debió haber tenido dudas sobre las posibilidades de que Alemania venciera a los aliados a largo plazo; prueba de ello fue su decisión de continuar los envíos a Inglaterra de mineral de hierro procedente de las minas de Río Tinto en Huelva y de la Sierra de los Filabres en Almería, éstos desde el embarcadero del Hornillo en Águilas. Su resolución favoreció en gran manera al pueblo de Águilas.

En aquel lustro de casi total paro laboral y acentuada hambre, el ferrocarril y el Hornillo fueron los únicos centros de trabajo activos cuyos jornales contribuyeron a que una gran parte de la población pudiera sobrevivir a la penuria existente. Las piritas tenían que ser transportadas por ferrocarril desde Serón por el personal de tracción; los talleres eran necesarios para el mantenimiento de vagones y locomotoras; se necesitaban peones para cargar el mineral desde los depósitos sobre los túneles en el Hornillo y para embarcarlo en los vapores desde el muelle. Había también un grupo de marinos necesarios para atracar y desatracar los buques y otro de oficinistas que controlaban las toneladas embarcadas. Los jornales y salarios pagados a esta plantilla de peones, empleados y personal administrativo mantuvieron la economía del pueblo razonablemente viable hasta que el esparto y los productos del campo comenzaran a ser exportados de nuevo. 

Fue la decisión del General Franco de no suspender los envíos de mineral de hierro a Inglaterra desde el Hornillo durante la Segunda Guerra Mundial en el primer lustro de los años cuarenta el factor más importante para mantener viva la economía local en aquellos difíciles años de la historia de Águilas. Haber escuchado las exigencias de Hitler de suspender los envíos hubiera resultado nefasto para nuestro pueblo.

Mateo Casado Baena


AUTOR: Mateo Casado Baena