La nube tóxica Epidemia)

Señoras y señores, interrumpimos nuestra programación para darles a conocer una noticia que acaba de entrar en nuestra redacción.

Nuestro hombre estaba más que preparado para la vida moderna, era un auténtico producto del progresismo, o de la progresía; pero no de esa progresía política de la que todos los políticos alardean, estén a la derecha, a la izquierda o en ese anodino centro que nadie sabe en qué consiste, ni siquiera los que lo inventaron y se quedaron sin programa a los diez minutos de haber parido el invento. 

Nuestro hombre era un producto del progreso tecnológico de los tiempos modernos y compraba, a troche y moche y, a debidas por supuesto, con tarjetas o créditos bancarios, todos los aparatos habidos y por haber que la denominada “sociedad de consumo” ponía en el mercado,   para estar medianamente informado, porque de la información que, a través de los medios con los que contaba en su casa, le llegaba, sólo podía enterarse de la mitad y deformada.

Tenía colocados aparatos de televisión en todas y cada una de las habitaciones de su casa: comedor, sala de estar, dormitorios, cocina, terraza, tan sólo no lo había puesto en el cuarto de baño, situación que paliaba cuando entraba en la ducha, con uno de esos aparatitos de bolsillo que se pueden llevar a todas partes y que introducía con él en el habitáculo, aun cuando sólo entrara para soltar los aires.                                                                                   

De igual forma, se había hecho colocar por todos los rincones de la casa altavoces o “bafles” conectados a la radio y equipo musical, pero no para escuchar música, sino para beberse y comerse todos los programas radiofónicos que a lo largo del día desgranaban las distintas emisoras nacionales, ya que las extranjeras aunque pudieran ser captadas por sus aparatos, le daba igual escucharlas que no, porque hablaban en una jerga extraña que él no entendía  ya que en cuestión de idiomas estaba pez, pero pez, pez, y en cuanto a  lenguas, él sólo hablaba el castellano rural, lo que venía a complementar su información a medias, no tanto porque en los distintos medios le contaran la mitad, cuanto que de esa mitad sólo la mitad podía llegar a comprender con su mediana formación cultural, pero en fin de cuentas él era un progresista o por decirlo de otra forma un producto del seudoprogreso.

Cada mañana, al levantarse, pasaba al cuarto de baño a echar su meadita y a continuación encendía las televisiones, enchufaba la radio y se conectaba a Internet para,  mientras deambulaba por la casa de un lado a otro sin saber qué hacer, estar conectado a todo lo habido y por haber ,  viendo y oyendo desde dentro todo lo que pudiera estar ocurriendo más allá del descansillo de la escalera.

Se hallaba sentado ante uno de sus televisores deleitándose con uno de esos insufribles programas que tanto abundan y que empiezan a soltar desde las ocho de la mañana, cuando de pronto el programa fue interrumpido apareciendo en la pantalla el rostro sonriente de una bella señorita que dijo: “Señoras y señores: interrumpimos nuestra programación para .”.

 Otro atentado terrorista, comentó nuestro hombre. ¡Serán cabrones!. No sé cuando van a acabar con esto.

 . . . “darles a conocer una noticia que acaba de entrar en nuestra redacción. . . “ ;  prosiguió la bella locutora:    “ha sido avistada a varios kilómetros al este de Toronto (Canadá), una extraña nube que parece no tener relación alguna con los fenómenos atmosféricos habituales de la zona y que ha ido descendiendo hasta los niveles terrestres, causando la muerte de un granjero y dos trabajadores de su rancho al llegar al suelo”.

 No te amuela, vaya noticia, comentó nuestro hombre; y para esto interrumpen el cotilleo del Dioni con la chacha de la Maruja. Yo creí que iban a decir que se había lesionado el portero del Real Madrid y que no podría jugar esta noche contra el Manchester. Eso sí que es importante, pero mira tú lo de la nube esa y en Canadá, dónde estará semejante sitio.

Cuando terminó el programa del cotilleo, nuestro hombre se puso su teléfono móvil al cinto, porque hoy no se puede presumir de progresista si no se tiene un “teletonto”, y bajó a la calle para dar su habitual paseíto por el barrio con recalada en los abrevaderos de costumbre, sin volver a acordarse ni darle importancia alguna a la noticia de la nube esa.

Entró en el “Máximo”, como habitualmente hacía,  para tomarse su consabida cervecita.  Vamos que lo de ayer del Atlético, ya les vale; ¡Mira que perder con el Getafe!. De “Juzgao de guardia” don Anselmo; se lo digo yo que soy del Atleti desde que se inventó, de “Juzgao de guardia”.

 A don Anselmo se le importaba un pito lo del Atleti ni lo del Getafe, pues era de esa “rara avis” que , en un país en el que el deporte nacional era el fútbol, a él lo del fútbol se la traía al fresco, pero hacía ver a ojos de Paco, el camarero, mientras echaba un vistazo al periódico, que estaba interesado en el tema, para tener ocasión de pegar la hebra con él o con algún otro “forofo” de los que se acodaban en la barra.

Entre esas conversaciones triviales que se desgranan a pie de mostrador de cualquier cervecería de barrio que se precie, apenas se reparaba en las machaconas informaciones que la televisión iba dejando descolgar con voz apenas audible, al estar mezclada con el ronroneo de las conversaciones , el ruido de la cafetera, o el tintineo de las copas al ser lavadas.

De vez en cuando aparecía en la pantalla algún cartel de este tenor: “las autoridades sanitarias advierten que fumar perjudica seriamente la salud”; advertencia de la que nadie hacía caso pues todos los que fumaban, seguían fumando, como si con ellos no fuera el aviso.

A lo largo del día, diversas emisoras habían ido repitiendo lo de la misteriosa nube que parecía haber asfixiado a tres personas, sin que hubieran podido ser averiguadas las causas de las muertes.

 En los informativos de las dos de la tarde, dieron otra noticia: “Una extraña nube de parecidas características a la avistada en Toronto esta mañana, ha sido vista al sur de Filipinas, habiendo causado la muerte de cinco personas en Mindanao.”  Ya ves tú, en Mindanao, ahí al “lao”, comentó.

Todo parecía apuntar que allá por donde aparecía la dichosa nube, se moría alguien sin saber por qué.

Nuestro hombre, dando por terminado su matutino paseo, regresó a su casa para la hora del almuerzo y la siesta, y volvió a conectar, nada más entrar, todos sus aparatos informativos sin acordarse de lo de la dichosa nube o al menos sin prestar ninguna atención a la noticia, para ver lo que le contaban del “furbo”

Comenzó a prestar atención a lo de la nube cuando, por segunda vez,   fue interrumpido un programa concurso de esos  que crean adición,  y al que él había enviado varios “logotipos” de productos lácteos y otras leches, y en los que, si tienes la suerte de que te llamen y tu formación cultural da como para que  digas el nombre de un color, te pueden regalar hasta “chiquicientos” millones o más, así con todo el morro.

La leche que les dieron a los de la leche, comentó; ahora que si me llaman y acierto el verde me pueden tocar hasta “tropecientos” euros que no tengo ni idea de cuantas pesetas serán pero seguro que son más de “chiquicientos” millones, viene esta guapa rubia, porque guapa lo es para aburrir, y dice que se interrumpe el programa para dar una noticia; pues ya puede ser importante la noticia, guapa, porque para decir una “chorrada” no se interrumpe un programa tan importante, ¡coño!; a ver si vais a decir otra vez lo de la nube esa de los. . . cañones.

“Señoras y señores, nos llegan noticias de que han sido avistadas varias nubes sospechosas o tóxicas en distintos puntos del planeta y que al descender a nivelas terrestres están causando la muerte de diferentes personas”. “ya han aparecido en lugares tan distantes entre sí como, Florida (EE.UU.), Sao Paulo (Brasil), Río de la Plata (Argentina), Sierra Leona, Nigeria , Grecia, etc. “  ¡Caramba!, ya se van acercando a Europa, comentó; porque Grecia está en Europa creo yo, o por lo menos cerca. 

“Hasta el momento, en los diferentes laboratorios a los que han podido ser enviadas muestras de esas nubes, nada han podido averiguar  sobre los orígenes de su formación ni de los componentes que las integran.  Por otra parte, las diferentes autopsias realizadas en los cuerpos de las personas fallecidas al entrar en contacto con dichas nubes,  no arrojan mucha luz al fenómeno aparte de que en los diferentes análisis de las vísceras, hayan podido ser  encontradas diversas sustancias relacionadas con el tabaco, la nicotina o el hábito de fumar entre otros componentes nocivos, lo cual no parece justificar la formación de esas nubes tóxicas que inesperadamente han venido apareciendo de forma indiscriminada en diversos puntos del planeta. Les seguiremos informando”

Por otra parte, las autoridades de diversos países estaban llevando a cabo una campaña informativa a los ciudadanos sobre los daños que podía causar el tabaco en el organismo humano. Había de todo.

Comenzaron por obligar a los fabricantes de cigarrillos a poner en las cajetillas mensajes de este tenor: “las autoridades sanitarias informan de que fumar es perjudicial para la salud”, vinieron después a prohibir los anuncios publicitarios sobre el tabaco en las televisiones, cadenas de radio, vallas publicitarias, etc. Poco a poco iban apareciendo en los medios de comunicación casos de alguien que había demandado a una compañía tabaquera, como causante de la enfermedad que le aquejaba. Se habían creado Asociaciones de laringectomizados para, unidos, presentar demandas colectivas contra los fabricantes de cigarrillos. Un demandante había obtenido una cifra de miles de millones de indemnización contra una importante marca de cigarrillos estadounidense. Varias compañías tabaqueras se habían unido y habían donado miles de millones al Estado para atender los gastos de los enfermos afectados por el consumo del tabaco,  a fin de poder tapar la boca con millones a los que pudieran protestar, y seguir manteniendo el permiso o autorización de seguir fabricando su veneno; pero a nivel oficial nadie se atrevía a hacer público un diagnóstico o una opinión sobre si las extrañas nubes tóxicas podían  tener alguna relación directa con el tabaco.

 Llegó la hora de la cena. Durante todo el día la radio y las televisiones que nuestro hombre tenía instaladas en las diferentes habitaciones de su casa, habían estado interrumpiendo sus programas para dar cuenta de la aparición de nubes tóxicas en infinidad de localidades de la tierra. Hasta en Valvilla la Nueva, pueblecito que por su reciente creación aún no tenía ni historia, había aparecido una de esas misteriosas nubes, y se había llevado por delante al sacristán y a la mujer del alcalde, empedernidos fumadores ambos.

En su media información o en su información a medias, el hombre de nuestro cuento no llegaba a enterarse del “quid de la cuestión”. 

Después de cenar se arrellanó, como hacía cada noche, en su sillón, disponiéndose a contemplar la película del día, una del Oeste, de las que a él le gustaban.  Encendió, como era costumbre en él, un aromático puro recién importado de Cuba, le dio un par de caladas disfrutando de su sabor, mientras clavaba sus ojos en un rincón del techo de la estancia. La volutas de humo que se escapaban del cigarro se iban entrelazando con las que por su propia boca iba expeliendo y se iban concentrando  lentamente todas ellas en un rincón del techo de la estancia donde él tenía clavados los ojos, hasta ir formando una leve nube, blanca al principio que, poco a poco iba adquiriendo un tono más oscuro.

Transcurrieron unos minutos. Aquella leve nube blanca  se fue convirtiendo en una nube de humo denso, y se fue descolgando del  rincón del techo. Nuestro hombre seguía aspirando con placer el humo de su cigarro sin que él le diera importancia al hecho, mientras una leve somnolencia se iba apoderando de sus ojos.  La televisión seguía insistiendo machaconamente: “ las autoridades sanitarias informan de que fumar es perjudicial para la salud” . La nube fue llenando la habitación, al mismo tiempo que en la televisión decían:  “¡Atención!, ¡atención!.  En el laboratorio de la Universidad de Michigan,  un grupo de científicos que lleva trabajando ininterrumpidamente desde la aparición de las nubes tóxicas,   han conseguido averiguar  que la formación de las mismas  es consecuencia  directa  del tabaco, y las muertes ocasionadas por tan misterioso fenómeno han sido causadas por el consumo de dicho producto, y la inhalación de los humos derivados del mismo.”

A nuestro hombre, en su mediana información a pesar de tener su casa llena de trastos para estar informado, no le dio tiempo a enterarse de la noticia. Le llegó demasiado tarde, acababa de traspasar el umbral de la vida y la muerte dándole la última calada a su aromático veguero.

 Así son las cosas en los cuentos, ya que no hay ninguno que supere  las realidades que vivimos, sólo que algunos las cuentan de una forma que parecen que son un cuento.

 Y colorín, colorado . . . .


AUTOR: Francisco Puch