Blasfemar o analizar

Ayer por la tarde puse el telediario y por unos instantes me sentí transportado a mis vacaciones de verano en una aldea de las de gallos madrugadores, carros de vacas y paisanos emboinados. Delante de una piña de cámaras de televisión un individuo se desgañitaba blasfemando, literamente cagándose en Dios, en la Virgen, en el dogma de no sé qué y en los sentimientos religiosos de los cristianos.

Yo pensé al instante en Juan, el herrero de la aldea, que cuando fallaba con el martillo o le saltaba a la cara una chispa de la radial se desfogaba de la misma manera, incluyendo el Me cago en los santos todos, metidos n'un garrafón y más Cristo de tapón que a mi hermano y a mí, un día en que lo dijimos en voz alta, nos valió un bofetón de mi madre.

El individuo que se refocilaba en sus insultos era el actor Willy Toledo. Veréis; hace unos años unas mujeres sacaron por las calles una procesión, al estilo de la Semana Santa, que en vez de una Virgen llevaba una vulva, diciendo que eran la cofradía del Santo Coño Insumiso. Fueron denunciadas por atentar contra los sentimientos religiosos y entonces Willy sacó su cuarto a espadas y comenzó a blasfemar en las redes sociales, diciendo que se cagaba en Dios, en la Virgen y en un par de dogmas. Lo mismo que decía ayer delante de la Prensa, porque está siendo juzgado por aquellas afirmaciones.

Cuando pones la tele y ves a un individuo profiriendo esas insensateces, lo que te sale del alma es pagarle en la misma moneda, diciéndole que te acuerdas de su madre; pero qué culpa tendrán las madres, incluyendo la Madre de Dios, que desde luego no tiene la culpa de los errores y los abusos de la Iglesia; porque por ahí iban los tiros de las procesionistas coñeras y del botarate blasfemador.

La procesión del Coño Insumiso fue una protesta que hizo un grupo de mujeres reivindicando el derecho al aborto: como la Iglesia y los sectores de la población vinculados a ella siempre se han opuesto al aborto, en todas sus modalidades, optaron por sacar unos genitales femeninos en procesión diciendo que su cuerpo era de ellas y no de los curas. La justicia española entendió que estaban expresándose dentro de la legalidad, ejerciendo el derecho constitucional a la libre expresión de opiniones, y las absolvió. Pero un grupo de juristas cristianos se querelló contra Willy por sus blasfemias, y en eso están ahora los jueces, viendo si una persona tiene derecho o no a faltar al respeto a millones de ciudadanos; es decir, hasta dónde llega la libertad de ofendernos los unos a los otros.

De antemano –aunque no sea una cuestión relevante– os digo que yo soy ateo; ni un solo segundo de mi vida he sentido la presencia de Dios. No creo en Dios, así se lo diré a san Pedro cuando comparezca delante del Viejo Pescador ;) En cuanto a la Iglesia, es una institución con mucha mili, dos veces milenaria, que tiene muchísimas sombras, pero también tiene muchísimas luces. Yo no ataco a la Iglesia en su conjunto, aunque no la quiero en mis colegios públicos ni en el protocolo oficial. Tampoco quiero imanes, rabinos ni sacerdotes protestantes.

Para un ateo como yo, una blasfemia no puede ofender a un Dios en el que no creo, ni mucho menos a una María que murió hace 2.000 años. Pero debo reprobarlas por completo: la blasfemia no es una crítica razonada, justificada, contra los fallos de una institución o los delitos de las personas que se visten la sotana o el hábito y hacen daño. La blasfemia es una falta de respeto a los millones de personas para los que Dios y la Virgen María tienen existencia presente, presencia real y cotidiana, y que pienso que no tienen por qué aguantar que una persona les ataque de esa manera.

Puedes cagarte en los fundamentos del marxismo, pero si te cagas en la madre de todos y cada uno de los que son o hemos sido comunistas, nos estás ofendiendo de manera directa. Puedes decir que el Gobierno de Estados Unidos es dictatorial, belicista, abusivo, pero si te cagas en América y en las madres de todos los americanos estás insultando de manera directa a millones de hombres y mujeres.

Ya sé que es un tópico, pero no me planteo a Willy Toledo en medio de una calle de Arabia, de Marruecos o de Irán diciendo que se caga en Alá, en Mahoma y en todas las madres de los musulmanes. Y, ya que ha cambiado España por Cuba, tampoco me lo imagino plantado en medio del Malecón diciendo que se caga en la puta madre que parió a Fidel Castro, al Che y a todos los camaradas revolucionarios.

Pienso que no hay que confundir a Dios con quienes llevan muchos siglos haciendo caja a su costa. Las quejas, que comparto, frente al excesivo peso de la Iglesia católica en nuestra sociedad, pueden y deben hacerse respetando los sentimientos de quienes creen en Dios, que en muchas ocasiones son los primeros en criticar esos mismos excesos por parte de sus «representantes». Lo contrario, la blasfemia, el insulto a un colectivo, me parece inadmisible porque atenta contra la convivencia.

Como solían decirme mis padres cuando me ponía a faltarle al respeto a los demás, fueran dioses o mortales: por mucha razón que tengas, si te pones a insultar pierdes toda la razón.


AUTOR: Antonio Marcelo Beltrán