Por la mañana de este lunes día 25 de marzo de dos mil catorce me despierto con la noticia del fallecimiento de Alfonso Suárez . Todos los medios de comunicación están dedicados al paso de este político que le tocó lidiar el toro difícil de la transición de una dictadura agonizante de Franco a desembocar al régimen de libertades democráticas.
Vienen a mi mente algunos momentos vividos por mi cuando ya han transcurrido casi cuarenta años de aquellas páginas de nuestra historia reciente. Es lógico que es debido a esta circunstancia del relieve de la noticia que invade en estos momentos todas las redes sociales de comunicación.
Recuerdo que con el sol, mañanero del veinte de noviembre de mil novecientos setenta y cinco el presidente Arias Navarro salió en la pantalla de TV dando la noticia de la muerte del general Franco después de tener en vilo a toda la nación por su larga y penosa agonía,. Entre sollozos el presidente nombrado por el jefe del estado a raíz del asesinato de su amigo Carrero Blanco cabeza rectora del gobierno de turno, y la voz entrecortada anunció: “ Españoles: Franco ha muerto”.
Volviendo a páginas anteriores cuando ocurrió el atentado del almirante Carrero Blanco, compañero de Academia del aguileño García Frías, en nuestro Consistorio se debatía el caso de aceptar o negar en nuestro municipio la instalación del centro nuclear en la marina de Cope. El alcalde José María Guillén Florenciano y toda la corporación rechazó la propuesta de la empresa encargada de la magna obra. Por supuesto no se llevó a cabo debido a la poca garantía del subsuelo de la playa del Sombrerico . En realidad no influyó en nada la disconformidad de nuestro gobierno municipal en la realización del proyecto nuclear.
En junio de 1976 participé en una peregrinación a Roma organizada por el cura de san José don Antonio Pérez Madrid que tantas innovaciones estaba llevando a cabo en la parroquia. Coincidí en el trayecto con algunos militares de Cartagena conocidos durante mi estancia en la parroquia de Portmán. Recuerdo que el capitán Mateo de la batería de Cenizas( hoy convertida en un muladar) me recomendó que solicitara en la siguiente convocatoria una plaza de alférez capellán voluntario , Así lo hice compartiendo mi deseo con el coronel retirado residente en Águilas Marabel, yerno que fue del general Cabanillas . Atendió gentilmente mi petición. Y en abril del año 1977 me ví destinado al Grupo Logístico en Tentegorra de Cartagena. Una noche en la residencia de Jefes y oficiiales ví por TV una cosa insólita: Un dibujo representando una especie de corona que bajaba del cielo con el subtítulo DEMOCRACIA. Al fondo se podía escuchar : HABLA PUEBLO HABLA. Me parecía un sueño y no una realidad después de casi cuarenta años de dictadura franquista.
Tengo en mi mente la reunión del jefe del acuartelamiento convocada por el Teniente Coronel Leiva en abril de 1978 con el fin de comunicar a sus mandos el enfado que sentían algunos de la cúpula militar y él mismo porque el gobierno de Suárez había aceptado al partido comunista en la vida política española . Leiva Llamó a sus compañeros de armas que no participaban de su opinión “cobardes y gallinas” y sentenció que sólo nos falta bajarnos los pantalones y que nos den…………” . Noté cierta división de opiniones entre los asistentes.. El mismo jefe militar le entró una especie de nervios cuando contempló la bandera comunista colgada en la fachada de la sede del partido en Cartagena. Era el jueves santo en el calendario cristiano de 1978.
Al principio por mi parte no encajaba en la vida militar con el sistema que llevaba como cura diocesano y deseaba terminar los dos años de contrato para incorporarme a la costumbre de antes. Mas con el paso del tiempo me adapté a mi situación de capellán voluntario y así decidí prepararme a los próximas exámenes de capellanes efectivos. Dichas oposiciones ocurrieron en febrero de 1979.
Ya teniente capellán, una vez pasado por el preceptivo destino de la Academia Militar de Zaragoza y el CIR nº 6 de Almería, me enviaron al Regimiento de Ingenieros en plaza de San Sebastián. El nombramiento era temido por aquel entonces por la peligrosidad que encerraba la ciudad donostierra. La banda terrorista ETA actuaba con todo su furor asesino en todo el país vasco, pero sobre todo en la bella Easo. Pronto lo iba a demostrar.
Me ubicaron en una especie de chalet construido para el coronel jefe de ingenieros que debido a la amenaza terrorista se trasladó a una dependencia del cuartel para estar más seguro.
El chalecito situado en la cima del monte donde en sus faldas se hallaba el Regimiento, todas las noches había una estrecha vigilancia para savalguardar a los oficiales moradores de la casa. Una tarde un teniente de origen andaluz me dijo; Pater aquí estamos entre dos fuegos: Entre la tentativa de ETA y los disparos de los soldados que custodian nuestra vivienda”, Estos son jóvenes y cualquier movimiento sospechoso que no responda al santo y seña exigido tienen órdenes de hacer fuego. Una noche amaneció muerto un perro porque no respondió al santo y seña. Y los “ curritos” al ver moverse el seto que cercaba la casa dispararon una ráfaga alcanzando al animal que apareció acribillado. Ni que decir tiene que los soldados fueron recompensados con un sustancioso permiso.
El temor no era infundado pues a los pocos días cayeron varios policías del turno de Murcia en las inmediaciones del restaurante sito en las cercanías del puente del rio Urumea con dirección al vecino cuartel de ingenieros y del regimiento de Infantería Sicilia. La masacre fue dantesca. Al escuchar los disparos acudimos en demanda de auxilio de los que habían sufrido el atentado. Contemplé a varias de las víctimas en el suelo revueltas con los platos de comida que estaban consumiendo en el momento del atentado. Los muertos y heridos no fueron más debido a que un sargento que se hallaba en la barra sacó su pistola y repelió la agresión terrorista. Los atacantes huyeron ante los disparos del joven militar.
Como nadie del clero diocesano quería celebrar las exequias de las víctimas de ETA yo era el encargado de hacer el oficio fúnebre no en una iglesia de la ciudad sino en el mismo recinto militar de d0nde ejercía el fallecido. Además me tocó asistir al cuartel de la Guardia civil del barrio de Inchaurondo en la Misa dominical. Ni que decir tiene que iba en un furgón custodiado por los mismos miembros de la Benemérita.
A pesar de este sigilo que se observaba en la familia militar y demás miembros de los cuerpos de Seguridad del Estado, no obstante en el año que me tocó mi destino en San Sebastián, cayeron casi 30 víctimas de la banda terrorista ETA. Incluso el general jefe de la plaza. En pleno dia mañanero de domingo y paseando por la concurrida bahía de la Concha cayó la víctima con un tiro en la nuca en medio del gentío que nadie vio nada y al causante del asesinato. El miedo en la población civil era manifiesto.
Después del sepelio el general sucesor nos reunió a todos en la sede del gobierno militar y nos dijo que al estar en una “guerra sucia” contra ETA, que debíamos estrechar las medidas de seguridad. Que por su parte él iba hacer lo propio. Además estaba decidido a no caer en la inocencia de su antecesor que en el momento del atentado no llevaba la escolta reglamentaria.
Llegó la hora de mi relevo y fui destinado a la Academia de los guardias alumnos del Cuerpo de la Guardia Civil con residencia en Úbeda.
El ambiente era bien distinto de aquel que me dejaba en la ciudad de San Sebastián. .Úbeda es una ciudad señera del antiguo reino de Jaén. Lo demuestra el conjunto de sus iglesias y los múltiples palacios que albergan sus calles de aire medieval y renacentista.
De inmediato hice una sincera amistad con varios de los capitanes de la Academia y con el comandante jefe de estudios el granadino don Juan García de Castro . Nos unía el mismo deseo de conocer más y más todos los ramos de la cultura humana. Con los alumnos formé un grupo coral que actuaba en las distintas parroquias ubetenses . En ese ambiente carmelitano por la presencia del monasterio de san Miguel donde falleció san Juan de la cruz en 1591, escribí su biografía que ascendió a tres ediciones,
Un lunes , 23 de febrero del año 1981 regresando de Granada en donde habíamos tenido un retiro los capellanes de la novena región militar llegando en las inmediaciones de Jaén a las seis y cinco de la tarde escuché por la radio del coche la votación en el congreso de los diputados. Se trataba de confirmar a Leopoldo Calvo Sotelo como presidente sucesor de Adolfo Suárez . Nítidamente se escucho un ruido como gente llegada en tropel al hemiciclo donde se desarrollaba la investidura del familiar de aquel ministro que fue asesinado el13 de julio del treinta y seis por un grupo de guardias de asalto de la II República.
El comentarista radiofónico un tanto extrañado comentó que veía un Teniente Coronel de la guardia civil acompañado con un grupo armado del Cuerpo. De pronto se oyó una ráfaga en la cámara del parlamento mientras la voz imperante del jefe decía:” Todo al mundo al suelo”.
Con esta novedad llegué ansioso a la Academia de candidatos a la guardia civil y en el cuerpo de guardia le comuniqué al oficial de servicio , el capitán Gallardo , lo sucedido en el Congreso de los diputados, De inmediato me respondió; Pater hay que ver a nuestro jefe el Teniente Coronel García Castillo. Subimos a la planta primera y allí estaba el que mandaba la Academia. Sorprendido al ver a su capellán y al oficial de la jornada, nos pasó a su despacho y nos dijo: Ustedes dirán: Habló Gallardo y le contó lo que yo le había dicho. El jefe un tanto airado , y con una mirada severa y conminatoria me miró y pronunció estas palabras: Pater, ¿usted se da cuenta de la gravedad de la noticia que acaba de darnos?, Sí , le respondí con toda resolución, Lo he escuchado a través de la radio que un Teniente Coronel de nuestro Cuerpo ha entrado en las Cortes y no de una forma amistosa ,pues he escuchado el detonar de las armas y la actitud temerosa de los diputados. García Castillo secamente me respondió: Bien ahora mismo voy a confirmar su noticia. De inmediato intentó llamar a la Dirección General de la Guardia Civil en Madrid y fue en vano pues todas las líneas estaban bloqueadas. Comprendió el jefe de la Academia que algo anormal estaba sucediendo. Puso la radio y la Televisión y ya se enteró de lo que estaba ocurriendo en la capital de España. De inmediato convocó a todos los mandos para ver qué disposición tomaría los componentes rectores del centro conforme a las órdenes superiores que estaban al llegar. La incógnita estaba en saber la actitud del rey sobre lo sucedido en el Congreso. Ya se aclaró la duda al aparecer el Monarca pasada la media noche comunicando al pueblo español que condenaba la intentona de secuestrar a los diputados y de dar un golpe de estado. En mi fuero interno me alegré del mensaje real pues toda la obra de Suárez de implantar el régimen democrático en España se iba a derrumbar como un castillo de naipes y se iba a destruir como un castillo de arena borrado por las olas del mar.
Más tarde contemplé la escena de la llegada de los guardias civiles al Palacio de la Carrera de san Jerónimo y me llamó la atención la postura impertérrita de Adolfo Suarez que mientras sus compañeros del Hemiciclo estaban escondidos en sus escaños, él seguía erguido en su asiento como si nada hubiese ocurrido.
Descanse en paz el primer presidente de nuestra democracia como tantos otros que lucharon por el régimen de libertades que en la actualidad estamos gozando. De aquellos , como Suarez, han pasado los umbrales de la muerte a la vida inmortal.