Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
Blas de Otero
El título parece una afirmación un tanto radical, y puede sugerir acciones violentas y propuestas extremadas, pero a día de hoy, en vista de las circunstancias de la política española y sin perder de vista el decrépito sistema político internacional, yo abogo por que todos nos convirtamos en pacíficos anarquistas. Desterremos, antes de nada, de nuestra memoria colectiva las bombas y los altercados prebélicos, las exacerbadas acciones de algunos grupos que incurrían en terrorismo para alcanzar sus ideales y demás elementos negativos que arropan, inevitablemente, el concepto de anarquía. Tomemos, pues, la anarquía como un sistema de filosofía ciudadana para la supervivencia frente a una política opresiva. Nos acogemos así a la opción más teórica que es la que nos interesa, la propuesta por Proudhon que definió el anarquismo como : « una forma de gobierno sin amo ni soberano » (amo es el que tiene esclavos y soberano el que tiene súbditos ).
Ahora mismo en España hemos pasado de un muy mal gobierno al desgobierno total. Porque no se puede legislar al albur de un capricho pasajero y al dictado de la improvisación, actuando como marioneta de hilos externos, ni se puede engañar a la gente llana en unos momentos especialmente duros para la inmensa mayoría de los españoles. Eso y no otra cosa es lo que están haciendo los actuales gobernantes : mentir a su pueblo de modo que resulta un insulto a la inteligencia del ciudadano. Decía Unamuno : Me duele España, soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo. A nosotros también nos duele ver cómo se desangra nuestra sociedad sin que nadie trate de evitar la sangría.
En algunos países de escasa tradición democrática, ( entre los que hoy se incluiría el nuestro a la vista de los resultados), como algunos sudamericanos o africanos, se suele hablar, tras unos comicios, de fraude electoral o pucherazo. Este se da cuando el voto sincero y esperanzado de cada ciudadano es malversado, prostituido, en primer lugar, con incalificables coaliciones parlamentarias constituidas para un provecho directo de cada partido implicado, y en segundo lugar, y lo que es infinitamente más grave, manipulado del modo más artero y descarado en provecho propio. Todo lo prometido se incumple sistemáticamente pensando que el votante es prácticamente imbécil y no dirá nada y esperará a las próximas elecciones para cambiar el sentido de su voto o, incluso repetir el desafuero.
Sobre el estado de corrupción institucionalizada en las últimas décadas todos los días vemos ejemplos clamorosos de latrocinio de alto nivel con la agravante del desprecio al sentido común del contribuyente que no puede comprender cómo eminentes señores y grandes personajes le están robando a la luz del día sin que nadie devuelvan un euro jamás ni arrastren sus huesos por los presidios.
No entraremos ahora en el contubernio de ladrones y sinvergüenzas que forman el fecundísimo tándem política--banca, el signo del éxito de los últimos lustros, la joya de la corona promotora de la crisis que ahora pagamos todos los que sólo hemos disfrutado de nuestra condición de contribuyentes leales y sumisos.
Y el porqué de la absoluta impunidad en la que se han desenvuelto esta caterva de mafiosos, y aún hoy lo siguen haciendo, estriba en otra lacra de nuestra estirpe política, esto es, la alta justicia ( los siento, no se merece las mayúsculas), una meretriz al servicio del partido que detenta el poder en cada momento. Cuando un juez honrado e independiente mete su nariz en un asunto que puede salpicar algún miembro de la honorable casta política, o de la delictiva turbamulta de aviesos banqueros, inmediatamente es apartado del caso y trasladado a otra región más tranquila. No molestes, mosquito…
Mientras la sucia política, y me refiero a la política a gran escala porque, tal y como la entienden y ejecutan actualmente sus esbirros, siempre será sucia, contamine con su hedor la justicia, la educación, la sanidad, la banca y todos los aspectos de la vida social, no podremos salir del fondo de la maloliente cloaca en la que nos han hundido.
Las últimas medidas, dislocadas y disparatadas, que han ido vomitando estos desgobiernos de los últimos años, con la excusa de salir de la crisis, afectan de un modo tan negativo al individuo que ha llegado el momento de rebelarse. Hay iniciativas ciudadanas inicialmente plausibles que al final son manipuladas por algunas fuerzas políticas ( de un modo más o menos velado ) y pierden su razón de ser, su espontaneidad, su independencia y su fuerza. La opresión sobre las clases medias está llegando a unos extremos que evocan situaciones del pasado nada deseables.
Y mi reflexión es : ¿ A qué esperamos nosotros, la gente de a pie, para elevar nuestra voz contra la corrosiva maquinaria del poder ? Nos están pisando el cuello contra el asfalto, nos tapan la boca con un trapo mugriento cuando pedimos auxilio y, mientras, nos saquean los bolsillos, nos derogan, por decenas, numerosos derechos sociales adquiridos durante décadas y callamos; callamos y seguimos pagando para mantener a esta aristocracia del delito, a los rufianes del cervantino patio de Monipodio; y creo que si, como dice la Constitución Española, el poder emana del pueblo, éste deberá poder decidir en cada momento lo que quiere, como dueño de su propio destino, y no verse obligado a soportar durante cuatro años a un gobierno que prostituye su sagrado voto ( y pido perdón a las meretrices honestas por compararlas con el deleznable linaje de los politiquillos ).Y esto lo han hecho, lo hacen y lo harán todos los partidos políticos que están organizados, simple y llanamente, para eso, para detentar las mayores dosis de poder posible y su consecuencia inmediata, el enriquecimiento máximo posible ( en directo o diferido, propio o de los consanguíneos ) durante su período de gobierno. Es muy triste llegar a esta conclusión, pero los hechos son los que son, la realidad es muy tozuda y no nos conduce a otra reflexión más amable, lo siento; me gustaría seguir creyendo en los limpios ideales de mi juventud, pero la cruda actualidad y los noticiarios de cada día no me lo permiten.
Deberíamos aprender de los países escandinavos o de Suiza, con su democracia directa, que tienen constituciones realmente democráticas donde el que decide finalmente es el ciudadano y los políticos tienen que acatar sus decisiones, asumiendo su auténtica función de servidores públicos. Si recientemente nos han cambiado por procedimiento de urgencia, y por mandato directo de Europa, una artículo de nuestra Constitución, para favorecer al contubernio política--banca una vez más, no sería mala idea revisarla, ahora que ha cumplido treinta y cuatro años y se nos hace mayor y achacosa, en todo su articulado, y adaptarla al siglo XXI dejando las prebendas del político para el recuerdo y asumiendo que si alguien tiene que gestionar nuestros destinos en economía, educación, cultura, justicia etc… serán los técnicos mejor preparados del país en cada ámbito, eliminando de un plumazo todos los partidos políticos y sus putrefactas jerarquías ramificadas de cargos digitales y asesores vergonzantes, entre las que incluyo el cáncer de los sindicatos pesebreros, que quedarían como un reducto absurdo de las viejas ideologías para los historiadores futuros.
Así pues, mi reflexión es una propuesta para obligar al actual estado de poder corrupto a desaparecer ( no hay cosa más abyecta que un político, dijo Azorín ), y con ella, obligar a la banca a empezar de cero renunciando, por decreto, a todos los excesivos privilegios con que ha ido chantajeando a los diversos gobiernos que se han sucedido, anular los monopolios de energía y transportes, eliminar cualquier ingerencia externa en los servicios de justicia, previo cambio de la legislación actual por una más proteccionista de los derechos del ciudadano y contribuyente, una educación sin manipulaciones ideológicas desde las más tiernas edades basada en el conocimiento y no en la pedagogía política, una cultura que se mueva en libertad, ajena a las leyes del mercado y sin sellos políticos, una sociedad, en fin, más libre y justa que, además, es posible. Sólo tenemos que desterrar de nuestra concepción social el encorsetado fatalismo de que no tenemos más remedio que pasar por el bipartidismo y soportar durante cuatro años las mentiras y las corrupciones que nos quieran imponer los sinvergüenzas de turno. Ya he aprendido lo necesario de esta decadente democracia que sufrimos y no deseo que nadie me gobierne, y mucho menos, una panda de cínicos rateros autorizados por unas leyes hechas a su medida para perpetuar mafiosamente los privilegios intocables de su deleznable casta ( y no entraré en el tema sangrante de los nacionalismos ).
Recordemos siempre que el origen ateniense de la Democracia ( aquella sí merece las mayúsculas ) era un sistema de funcionamiento en el que la asamblea de los ciudadanos decidían cómo gobernar la ciudad. Ese espíritu se ha ido diluyendo con el paso de los siglos y hemos llegado a un lamentable sistema de partitocracia en la que los partidos políticos ( democráticamente corruptos por definición ) ignoran, por la inercia de los siglos, el sentido de los votos de los ciudadanos y se erigen en dictadores con la misma fuerza, y sin ningún rubor, con la que lo han hecho famosos tiranos de infausto recuerdo a lo largo de la historia. Esta sociedad exige una renovación inmediata, y a lo mejor tendríamos que mirar al pasado para mejorar, como dice Giuseppe Verdi para el mundo del arte, pero que puede valer también para la política : Torniamo a l'antico per essere novi.
No se puede sostener este estilo moribundo de someter a los ciudadanos sin que estos se rebelen con la única fuerza que les queda : su voto y su palabra. Me queda la palabra, dice el poeta. No propongo crear una asociación de indignados, que lo somos casi todos, ni promover manifestaciones improductivas, ni algaradas callejeras reivindicativas, no. Lo único que creo que puede ser efectivo para cambiar el declive de nuestra sociedad actual es la desobediencia civil, pacífica y justificada, el denunciar públicamente ( individual o colectivamente ) a cada uno de los individuos que atentan contra el bien común, políticos, banqueros o civiles, no pagar al estado ni un euro que no sea justo y legalmente exigible, utilizar los recovecos de la justicia que aún puedan defender al individuo frente al estado, abandonar al político en su experiencia gregaria e irracional de la propaganda mitinera, recriminar públicamente a quienes han hecho de la política una profesión y no malversar nuestra sagrada voluntad en forma de voto cada cuatro años. Y con los usureros legales que son los bancos, tenemos en nuestra mano la libertad de cancelar nuestras cuentas en masa, hacer un boicot global a la banca, dejarla sin objeto de abuso, anulando todo su omnímodo poder sobre el cliente. Seamos, de una vez, dueños de nuestro propio destino, es lo que dice el sentido común y la lógica más elemental y utilicemos los mínimos derechos individuales que aún no nos han derogado para protestar con fundamento y con acciones.
Después de esta reflexión, si sigue usted creyendo en la pureza de la política actual y en la labor social de la banca, no puedo más que admirar profundamente su candidez.