Les vamos a ir dando a conocer en varias “crónicas urbanas” distintos acontecimientos que sucedieron en Águilas allá por los años 1.900 o sea, al comienzo del siglo XX. Nuestra intención es dar a conocer a un escritor aguileño bastante olvidado por los de su tiempo y desconocido para la gente joven de Águilas. Gracias a personajes como Francisco Martí Lloret que observaban la vida de aquellos tiempos para después, con gran acierto y certeramente, darnos a conocer como era la vida de entonces, como vivía la juventud y otras muchas cosas que, a través del tiempo, nos hacen comprender el modo de vida, las diversiones, el arte, la cultura y los sinsabores de aquellos tiempos. También nos da a conocer personajes de entonces que forman parte de nuestro pasado y de nuestra historia y que, de otra manera, sería muy difícil dar a conocer a las futuras generaciones. Gracias Don Francisco. Anecdotario aguileño de Martí Lloret como prólogo: 1907 representa una época. Con este guarismo quiero sintetizar la vida local de un tiempo y las actividades de una generación que supo actuar en la vida pública, crear un nexo social que fue una cadena de amistades ,dejó recuerdos indelebles y halagüeños y cultivó, con entusiasmo fervoroso, tanto el cerebro como el músculo, por aquello del proverbio latino “mens sana in corpore sano”. Por estas páginas van a desfilar, evocando sus nombres y conturbando, por un instante, un sueño eterno, hombres que fueron árbitros de la situación, que gozaron de todas las influencias y prerrogativas, que hicieron cosas buenas y cosas malas, que tuvieron frases felices y dijeron disparates pero que, al alcaloide de su aguileñismo, inspiró algunas de sus obras, muchas que debemos de agradecer las generaciones presentes. También describiré los cenáculos de la vida social y del esparcimiento por las que circulaba toda la savia social de nuestro pueblo. Y, por último, voy a exhumar anécdotas, episodios y dichos de aquellos tiempos que merecen la popularidad y el comentario. Todos ellos desconocidos por la juventud presente y, aún algunos de ellos, inéditos para los mismos viejos. El cronista que no tiene ninguna cualidad meritoria de que enorgullecerse tiene, gracias a Dios, buena memoria cuando se trata de rememorar las dulces horas de aquellos tiempos. Y para demostrarlo, aunque el mérito literario brille por su ausencia, alzó el telón de mi época y arremeto contra ese 1907 que comentar nos proponemos. Cuando repaso el catálogo de las cosas buenas y malas que hicimos los muchachos del 1907, dudo que ninguna otra juventud haya vivido sus años mozos más acertadamente que nosotros. Unos treinta mozalbetes formábamos la Falange del buen humor y nos apoderábamos de todas las actividades sociales, deportivas, científicas, literarias y hasta hacer picardías, por cuyos malos actos no sentimos jamás remordimientos. Porque ser joven es eso, gozar intensamente de todo sin vallas ni cercados de una moral acomodada. Amar la vida que sonríe en su cenit de ilusiones y no preocuparse del futuro, que tiempo habrá para llegar a la liquidación pausada, deudora de entusiasmo y sentimientos. Nuestra juventud, orgulloso lo escribo, lo mismo desarrollaba una velada científica o literaria en el casino, que entraba a robar un pollo en el corral para hacerse un arroz a las dos de la madrugada. Igual interpretaba una aristocrática comedia de Benavente, que se dedicaba a cambiar, con humor, los letreros de farmacias, funerarias y tejidos. Lo mismo bailaba un rigodón entre saludos y genuflexiones versallescas que se iba de juerga y comilonas hasta el alba. Nuestra juventud corrió en luchas ciclistas, cazó a pelo y a pluma, regateó triunfante en el puerto, jugó al fútbol de modo bien notorio, escribió poesías, hizo periódicos, celebró veladas literario-musicales, trabajó en el teatro, cantó, bailó, hizo música, tuvo su orquesta, organizó estudiantinas y serenatas, interpretó musicalmente misas solemnes y cuanto se pudo hacer y organizar en el área reducida de un pueblo. Después de este balance (que pueden avalar una docena de contemporáneos que sobreviven) haremos, como los subastadores a martillo, esta pregunta a la vida ¿Hay quien de más? Porque después de sacarle todo este provecho, todo aquello que nos hizo fuertes, decididos, activos, dinámicos, aptos, en fin para muchas cosas que luego nos ayudaron a triunfar en la vida. Como observarán nuestros lectores, en algunas cosas que relata este señor, en aquellos tiempos hay cierta similitud con algunas de ahora. Unas más exageradas y otras diferentes por que hay que tener en cuenta que los tiempos cambian.
AUTOR: Emiliano
Crónicas Urbanas III