Delibes, Azarías y la milana bonita

Miguel Ángel Blaya

Entre las clases sociales más desfavorecidas, culturalmente hablando, suele imperar el desconocimiento hacia obras de músicos, escritores e intelectuales en general. Muchos de los grandes compositores -Mozart, Beethoven, Falla, Rodrigo...- han sido identificados con más profusión, y por la ciudadanía menos experta, merced a versiones más o menos populares de sus grandes temas.

   Ocurre con los escritores que más de dominio público resulta su obra cuanto mayor haya sido el número de aquellas adaptadas para cualquiera de las artes interpretativas. Esto ha venido a evidenciarse una vez más, ahora en los postreros días a su muerte, con Miguel Delibes; porque además de ser uno de los autores que más material literario ha proporcionado a los universos del histrionismo y la cinematografía, una de sus obras llevada a la gran pantalla –y posteriormente a los salones de casa a través de la televisión-, Los Santos Inocentes, pasa por ser una de las grandes obras del cine español.

   Qué más se puede decir de este hombre, emblema de Castilla y genuino castellano, además de todo lo que se ha escrito y loado sobre él. Mucho. Porque de los grandes personajes nunca está todo dicho y siempre habrá un aspecto digno de investigación para más y mejor conocimiento, tanto de la persona como de su obra.

   Ahora, enganchadas a la muerte del creador de Azarías y la milana bonita, muchas han sido las personas que se han enterado, o enriquecido sus conocimientos (todo depende de los saberes presumidos), de que tenía en su haber todos los grandes premios literarios españoles; y de que era sobrado merecedor, hace ya mucho tiempo, del Novel de Literatura, reclamado para él en un manifiesto firmado por personajes de la cultura entre los que, lógicamente, estuvo Paco Rabal.

   También, por la extraordinaria cobertura que de su muerte han hecho casi todos los medios de comunicación, mucha gente se ha enterado de que, también, además de la extraordinaria película Los Santos Inocentes, es el autor de otras magnificas novelas; obras literarias que, en muchas ocasiones, fueron armazón de películas, unas más logradas que otras -tanto por la adaptación como por el filme en sí mismo-, que han pasado a engrosar la nómina de un determinado modelo de nuestro cine, en gran parte autobiográfico de la sociedad española. Y casi siempre, porque era la denuncia que emanaba de la pluma de Delibes, de  esa España profunda, triste, negra, torpe, cándida, conformista, caciquil

   Y si Antonio Giménez Rico ha sido el director que más novelas de Delibes, tres, ha adaptado al cine (Retrato de familia, El disputado voto del Señor Cayo y Las ratas), el inigualable Paco Rabal fue la columna vertebral, con dos interpretaciones memorables -Azarías y el Señor Cayo-, de sendas películas que se han sumado a la sección del más logrado cine español. Pero entre ellas, fue la extraordinaria adaptación cinematográfica que hizo Mario Camus de la novela Los Santos Inocentes la que traspasó todas las metas marcadas y fronteras establecidas. Su adaptación al celuloide convirtió a esta novela en algo emblemático.

   De “Padre padrone” del cine español han llegado a catalogar aquella película en la que, sobre todos los demás personajes del reparto, destacaron (a la vista están las imágenes que la prensa ha reproducido) Paco Azarías y la milana bonita.

   Ningún medio de comunicación ha obviado a la milana bonita en las informaciones, crónicas, entrevistas y artículos de opinión sobre la muerte del más insigne vallisoletano.

   En El País se pudo leer que “su personaje de Azarías en Los Santos Inocentes (interpretado (…) por el actor Paco Rabal) es uno de los iconos culturales españoles de la segunda mitad del siglo XX”.

   El mismo diario apuntaba que, “además de obras impagables como El camino, Cinco horas con Mario o la última, El hereje, (…) todos recordamos sus santos inocentes”, en la que la interpretación de Paco Rabal “forma parte de lo mejor de nuestro cine más reciente”.

   “Milana bonita, milana bonita” era el título de otra pieza periodística en cuyo texto podía leerse que “la ternura de Azarías hacia el pájaro marca el ritmo interior de una de las novelas más conseguidas de Miguel Delibes y más queridas por los lectores españoles”.

   Muestra de todo lo escrito, y de lo mucho que se podría seguir plasmando, nos viene dado por un párrafo extraído de El Mundo que, tras afirmar que el éxito de la novela se rubricó posteriormente con la versión cinematográfica, añade que “tal es así que el que vio la película y después leyó el libro no podía tener una mirada inocente: la genial interpretación de Paco Rabal como Azarías, un retrasado que vive en el campo a su aire y que habla con una milana (“quiá, quiá,quiá”) marca la novela”.

   A la milana la mató el señorito cacique; un final acongojante nos muestra cómo Azarías terminó sus días en aquel manicomio; y ahora, a requerimiento de la guadaña, se reúne con ellos el creador de ambos. Pero como espíritus libres -porque aquel pajarraco también tenía alma-, la milana, Paco Azarias y Miguel Delibes siguen vivos. Y juntos. La milana bonita ya preparó un nido grande en el que cupieran los tres.