Se ha puesto de moda. Desde los más diversos sectores se viene vertiendo la acusación de que la sociedad, la ciudadanía, tiende a banalizarlo todo. Y tan insistente e inconsistentemente lo repiten, que lo que están haciendo es, precisamente, banalizar sus propias actuaciones.
Los filósofos dicen que se está banalizando la filosofía; desde algunos círculos políticos acusan a los medios de comunicación, y a los muchos aprendices e infiltrados en la cosa pública, de banalizar la política; algunos altos representantes del ultraconservadurismo eclesiástico se escudan en sus presupuestos acusando a quienes no piensan como ellos de estar banalizando la sexualidad. Y así, muchos más. Todo es banal.
Y si banalizar viene a ser lo mismo que despojar de seriedad, habremos de convenir –o no, porque cada quien es cada cual, Serrat dixit- que hay mucha banalidad esparcida y declaraciones y actitudes poco serias.
No es serio, aunque pueda resultar productivo y beneficioso, qué duda cabe, que individuos inmersos en el mundo de la información y la comunicación hayan desarrollado unas actitudes tan opuestas a las que, eso sí, tiempo ha, nos vendieron y defendieron como únicas vías de futuro. No se si me entristece, me enerva, me desilusiona, me avergüenza o, simplemente, me cabrea leer y oír a columnistas y opinadores defendiendo y apostando por modelos de vida –social, política, económica…- ya no diferentes, sino opuestas y contrarias a las de antaño.
Un botón de muestra es el tema de las centrales nucleares. No es serio, o es una banalidad, que muchos de los que gritaron y lucieron en solapa el eslogan ¿Nucleares?. No, gracias, estén ahora apostando por ella y defendiendo la prórroga de vida util, y segura, de la central de Santa María de Garoña. ¿Qué intereses están defendiendo o a quién, involucrados en esos intereses, están sirviendo de escuderos?. Los plazos se dictan para ser cumplidos, y de sobra sabe cualquier ciudadano que los de pago de multas, de declaraciones a Hacienda, de matrícula escolar, de solicitud de becas, de… no tienen prórroga. ¿Por qué ha de tenerlo una instalación que pudiera llevarse por delante un montón de vidas humanas?. No es serio. Y banal resultaría, tras cualquier avería o accidente de los reactores, que quienes hoy pernean por esa prórroga, mañana buscaran, que lo harían, cualquier vericueto para culpar a
Otro. Nada serio, y banal hasta producir vergüenza, son las declaraciones –y no quiero señalar con el dedo- de quienes se las dan de vivir por debajo del mileurismo cuando sólo han de preocuparse por su manutención, y no siempre, y algún capricho de lectura y poco más. Porque si, viviendo en palacio o sede oficial, amén de predicando la humildad, no ha de pagar hipoteca, alquiler de vivienda, mantenimiento y limpieza de la misma, averías domiciliarias o recibos de luz, agua, gas, teléfono, contribución urbana y tantas otras pagamentas que trae consigo el día a día de casi todos, ¿a qué viene alardear de ser un nosequé milleurista?. Hay que ser más cuidadosos con teorías y declaraciones que, con razones sobradas, pueden herir y ofender a los que realmente son lo que se canta o enarbola, piensan, para quedar bien. Eso sí que es una banalidad.
Y otro más. ¿Se estará autobanalizando
Para terminar, porque ejemplos como estos hay por doquier, banal, trivial y algún adjetivo más que me guardo, habrá resultado a muchos –no a todos, claro- la actitud del Defensor del Pueblo canario –Diputado del Común, se llama allí- defendiendo el funcionamiento de
En fin, son casos, como otros muchos, en los que la poca seriedad, la banalidad y la trivialidad que aflora en los comportamientos humanos producen vergüenza.